El ombligo de Lucrecia Borgia

Leyendas y superchería aparte, la vida es sueño y malo sería no negociar con Morfeo en los tiempos que corren. Ya se sabe una anécdota aquí, un cuentecito allá y la vida es más llevadera. Hoy las Damas del Alba se visten de damiselas encantadoras, con corsé apretado y de alcurnia. Lo de alcurnia y belleza son,belicosamente hablando,las mejores armas de seducción y la maestra de ceremonias en esta clase anécdotica de hoy es la hija de un Papa. Lucrecia Borgia.
Para amores los febreros y para historias las crónicas de una redactora fusiladora con afición a la cultura itálica.
Al grano,mejor dicho (y a riesgo de sonar a tópico) a la pasta. Contaban los juglares y ahora sus herederas directas, las abuelas, que los Tortellini le deben su apelativo a la joven, hermosa y sacrificada benjamina de la estirpe valenciana de Los Borgia.


Cuenta la leyenda que los inventó un posadero que espió por el agujero de la cerradura a libidinosa joven cuando ésta se hospedó en su parador de Módena. El hombre no pudo ver mucho, pero avistó con claridad un ombligo que le obsesionó hasta la inspiración. Y así, entre fogones, la soberana dio nombre a los exquisitos Tortellini, nacidos gracias a su ombligo divisado desde una cerradura. 

Juzguen ustedes, afinados lectores, si la imagen se asemeja a la supuesta realidad

De la anatomía femenina a la mesa. Y es que la fémina ha movido los hilos del marketing desde mucho antes de que existiesen las teorías capitalistas. 
Cuentos que no solo alimentan estómagos, sino también el tesoro de la imaginación.

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